12.11.12

Menjurjes

Era una de esas tardes en que terminaba la jornada escolar, me topé con algunos camaradas sentados en el café y me decidí a acompañarlos. Nada de raro hasta que hubo un momento de silencio en que los temas de conversación se terminaron. Para poner fin al incómodo momento hice una petición repentina: hablar de lo que sea, lo primero que pasara por sus mentes.

-¿Ves ese árbol de ahí?- dijo apuntando con el dedo a uno de los jardines cercanos.
-Claro. ¿El floripondio? ¿Qué hay con él?
-Es una droga.
-¿Cómo?
-Así es, hierves las flores, te haces un té y lo bebes.
-¿Y qué sientes?
-Ves cosas muy locas.

La conversación se desarrolló y terminó en algún lugar desconocido. No le tomé importancia al tema hasta quizás unas semanas después en que dicho árbol dejó ver sus flores como lo hacía cada mes y decidí tomar algunas. Me preparé un té por la noche y dormí... un poco mejor que de costumbre. Fin de la historia.

Cual fue mi sorpresa cuando meses después mi madre plantó varios árboles de floripondio en el jardín. En ese momento pensé que mis menjurjes no fueron mas que una infusión barata digna de cualquier abuela que la ofrece con un plato de galletas. Y siendo yo una pre-anciana mental viviendo en pleno estrés escolar y siglo XXI me decidí a repetir aquellos somníferos efectos con dicha bebida.

Dos flores fue la dosis. Tomé la taza y comencé a beberla, sabía mas fuerte que la última vez. Mi madre se acercó y le ofrecí una taza de "té relajante", el cual bebió con gusto. Joder, creo que nunca le he oído a alguien una historia semejante como haber drogado accidentalmente a su propia madre.

-Hija, me siento un poco rara.
-Si, yo también.
-Hija, ¡veo todo borroso!
-Si, yo también.
-¿Por qué se mueven las paredes!
-¡No sé, mamá! ¡No lo sé!

Pues con todo y todo mi mamá se decidió a seguir trabajando, ese día tuvo que despedir a una trabajadora que había estado dando problemas los últimos meses.

-Me temo que tu no eres el tipo de persona que pueda realizar este tipo de trabajo.- le decía mi madre a la pobre mujer mientras ésta se preguntaba por qué tenía aquella mirada tan ambigua, con unas pupilas tan inmensas mientras trataba de tomar de forma repetida e inútil las hojas de papel que se encontraban sobre su escritorio...













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